Si fuera posible hacer un análisis de ADN a Manos Abiertas, aparecería como uno de sus progenitores, sin dudas, Diego Fares.
Así de importante es Diego para Manos.
Junto al padre Ángel fueron quienes se agrandaron evangélica y sobre todo humanamente frente a la iniciativa de darle forma propia a los gestos de acercamiento y contención que venían haciendo y que parecía una tarea lógica y propia de su ser curas jesuitas de la escuela y el corazón de Bergoglio: los demás y sus necesidades y especialmente los pobres, primero.
Cada cual en lo suyo y siendo cómplices necesarios de un grupo de personas que puso manos a la obra, están en la genética de lo que hoy, 30 años después, es Manos Abiertas.
Diego Fares y el padre Diego son la misma persona. Es decir, no había postura clerical, personaje litúrgico ni estereotipo pavote que hiciera suponer que cuando se estaba frente al padre Diego, la persona “Diego Fares” se escondía. Era una sola cosa. Persona humana y compañero de Jesús sin miedos ni prejuicios.
En el cura estaba toda la persona. Y su persona era todo sacerdote del Jesús que prefiere a los descartados.
Nunca hubo confusión de ideologías ni posturas radicalizadas. Solamente manos disponibles, sonrisa permanente, escucha siempre atenta y palabra breve.
Asi es, era de palabra breve. La palabra extendida era sólo fruto de rezar, escribir, revisar, discernir, volver a rezar, volver a revisar, reescribir y seguramente descartar todo aquello que pudiera entenderse como ofensivo.
Enorme sentido del humor y absolutamente nada de ironía.
Sonrisa casi eterna e inocente, mirada sin temores siempre abierta a la sorpresa, amante indisimulado de Jesús y la Virgen, disponible sin condiciones y, magistralmente, manos siempre abiertas. Siempre daba ganas de imitarlo.
Gracias a Dios hay mucho escrito por él. Y en Youtube hay también varios videos de sus charlas. Imperdibles.
Ya no está entre en nosotros, pero seguramente seguirá EN nosotros, como siempre, abrazando a sus patroncitos y siendo abrazado por ellos.
Manos Abiertas es Diego Fares. Y Diego, seguramente, andará por el cielo de los buenos en serio, con el distintivo de Manos Abiertas en el pecho; como en los ENMA.
Donde estuviera, estaba Manos. Ahora nos llevó el mejor lugar.
Alberto Roselli, voluntario de Manos Abiertas
¡Hasta siempre Diego! ♥️