
Tú, Señor, eres mi esperanza (cfr Sal 71,5)
“La pobreza tiene causas estructurales que deben ser afrontadas y eliminadas. Mientras esto sucede, todos estamos llamados a crear nuevos signos de esperanza que testimonien la caridad cristiana, como lo hicieron muchos santos y santas de todas las épocas. Los hospitales y las escuelas, por ejemplo, son instituciones creadas para expresar la acogida hacia los más débiles y marginados…
Cada vez más, los signos de esperanza son hoy las casas-familia, las comunidades para menores, los centros de escucha y acogida, los comedores para los pobres, los albergues, las escuelas populares: cuántos signos, a menudo escondidos, a los que quizás no prestamos atención y, sin embargo, tan importantes para sacudirnos de la indiferencia y motivar el compromiso en las distintas formas de voluntariado…
Los pobres no son una distracción para la Iglesia, sino los hermanos y hermanas más amados, porque cada uno de ellos, con su existencia, e incluso con sus palabras y la sabiduría que poseen, nos provoca a tocar con las manos la verdad del Evangelio…”
Papa León XVI
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ORACIÓN INSPIRADA EN EL MENSAJE
Oh Dios, Padre de los vivos, Tú eres el Dios de la esperanza. Nuestra roca y nuestra fortaleza, Tú eres nuestro apoyo. En Ti nos refugiamos en medio de las pruebas de la vida. Eres nuestra primera y única esperanza, nuestro compañero de camino. Te necesitamos a Ti, a tu amistad, a tu bendición, a tu Palabra, a la celebración de los Sacramentos para crecer y madurar en la fe. En Ti
encontramos nuestro tesoro. Sin Ti, todo lo que tenemos nos vacía aún más.
Oh Señor Jesús, Verbo Encarnado, Tu asumiste nuestra pobreza para enriquecernos a todos con nuestras voces, nuestras historias y nuestros rostros.
Que, con nuestra existencia, y también con las palabras y la sabiduría de la que somos portadores, animemos a todos a entrar en contacto con la verdad de tu Evangelio. Aumenta nuestra fe en ti, que nos has salvado con tu muerte y resurrección y que volverás entre nosotros. Que nuestros corazones estén siempre fijos en ti, que eres nuestra esperanza.
Oh Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, que inspiras en nosotros el anhelo de la ciudad celestial, ilumina y fortalece a nuestros hermanos y hermanas cristianos, para que se comprometan con nuestras ciudades terrenales, haciéndolas, desde ahora, semejantes a la patria beata. Concede que todos los hombres y mujeres de buena voluntad aborden y eliminen a nivel internacional las causas estructurales de la pobreza, creando nuevos signos de esperanza
para que nos testimonien con gestos concretos la caridad que Tú derramas
misteriosamente en ellos.
Oh María Santísima, Consuelo de los Afligidos, y San Antonio de Padua, Patrón de los Pobres, rueguen por nosotros para que este Año Jubilar impulse el desarrollo de políticas para combatir las antiguas y nuevas formas de pobreza, así como nuevas iniciativas para apoyar y asistir a los más pobres, para que todos tengamos hogar, alimento, atención médica y educación. ¡Amén!





