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Cómo piensa y cuáles son las claves de discernimiento del nuevo Arzobispo

Su lema episcopal es “en todo amar y servir”, y como cura jesuita e impulsor de Manos Abiertas, lo ha demostrado. Pero, ahora, la interacción con la política y los poderosos que le impone su nueva función lo interpelará, porque aunque es un hombre de diálogo, le enojan las injusticias y, sobre todo, las heridas propinadas a los más débiles

Javier Cámara

Es tanta la evidencia y tantos los testigos que nadie, en su sano juicio, se animaría a poner en duda la siguiente afirmación: en su larga y fructífera experiencia como sacerdote jesuita, el padre Ángel Rossi (63), el nuevo Arzobispo de Córdoba, ha puesto en práctica, de manera cabal, la frase ignaciana que ahora convirtió en su lema de obispo: “En todo amar y servir”.

Sus obras, sobre todo las de la Fundación Manos Abiertas, dicen más que cualquier palabra. Lo atestigua quien escribe esta nota, quien ha visto a Rossi “desperdiciar” un sinnúmero de siestas primaverales, veraniegas, otoñales e invernales visitando, escuchando, abrazando y consolando a enfermos terminales que no murieron solos, tirados por ahí, descartados, sin familia, porque la Casa de la Bondad de barrio Güemes, que Rossi fundó con otras personas, los recogió y acompañó hasta un final a la altura de la dignidad humana.

El padre Rossi, como lo define uno de sus mejores amigos, el filósofo también jesuita y escritor en La Civiltà Cattolica, Diego Fares, es “un cura sin doblez, sin vanidad y sin pretensiones fuera de las de hacer el bien y ayudar todo lo posible”.

La bondad del padre Rossi y sus buenas intenciones están probadas y aprobadas, porque, además, se fraguaron en la humildad y en el silencio, como lo recomienda siempre su “padre espiritual”, el papa Francisco. Al punto que si uno no sabe quién es ese señor de ojos inquietos que siempre se ríe de sí mismo con la más pura picardía del humor cordobés, podría confundirlo con alguno de los “patroncitos” de la hospedería Padre Hurtado, cerca del Mercado central, hombres pobres, excluidos, que viven allí porque carecen de las tres “T” de las que siempre habla Francisco: tierra, techo y trabajo.

Esta afirmación, lejos de ser una falta de respeto para con el nuevo Arzobispo, es un elogio: “Sepan que para mí –dijo monseñor Rossi en su primera alocución como obispo- es un verdadero honor, no merecido, el ser escoltado, custodiado, abrazado, esta tarde, en esta ceremonia, por aquellos que san Alberto Hurtado llamaba ‘nuestros patroncitos y patroncitas’, hombres y mujeres que, como dice Doña Jovita, llegan cascoteados por la vida, y que dan sentido y engrandecen a obras de Manos Abiertas, Hombre Nuevo, Cáritas y tantas otras”.

Misericordia y sencillez.
El arzobispo Rossi, quien ahora deberá “pastorear” a miles de fieles en la segunda sede episcopal más importante del país, asume y reconoce en sí mismo las grandes debilidades humanas, y eso hace que mire a los demás con profunda misericordia. Su sencillez y la aparente “poquedad” que ostenta están sustentadas en una intensa vida espiritual trabajada con esfuerzo, a lo largo de los años, para él mismo y para cualquiera que se anime a participar de los ejercicios espirituales que muchos esperan siga predicando a pesar de su nueva responsabilidad. Pero, además, por carácter y personalidad, Rossi es un hombre inquieto. Es una mezcla rara, inusual, la de ser inquieto y espiritual. Al “Bayín”, como le dice el Papa cariñosamente, la inquietud se le escapa por los ojos cuando piensa, reza, escucha o confiesa; ojos inquietos que reflejan un gran movimiento interior, capaz de escudriñar obstáculos y nudos en las vidas de quienes le abren el corazón.

Rossi es, también, un enorme lector y escritor; lector y escritor de libros y de vidas, las que encontró en el arco de su recorrido literario (desde “El Principito”, de Saint Exupéry hasta “Cristo de nuevo crucificado”, de Nikos Kazantzakis) y que también son claves que le permiten desentrañar los vericuetos de la trascendencia humana.

Todas estas riquezas y valores personales que Rossi ha sabido cultivar en el silencio de su trabajo apostólico y social con personas de distintos sectores, le ha permitido escapar a los encasillamientos ideológicos y político-partidarios que, por ejemplo, le han impuesto en la Argentina a su padre espiritual, Jorge Bergoglio. “Rossi no es peronista, ni radical, ni conservador, ni liberal, ni progresista, ni nada de eso: Rossi es un cura que ayuda a la gente, porque sabe que Jesús mismo está en los demás”, dijo un periodista que lo conoce mucho y bien.

Desafíos nuevos.
Todo esto trae Rossi semioculto por auténtica humildad. Y todo eso deberá poner en juego para afrontar el desafío nuevo que la Iglesia le ha encargado y que ya lo está interpelando. Porque en la responsabilidad de guiar a los católicos en la búsqueda de discernir y poner en acto la voluntad de Dios, el flamante pastor se verá interpelado por la interacción con las demás autoridades del cuerpo social, los gobernantes, los políticos, los líderes sindicales, los empresarios, los que ostentan el poder no siempre con amor y como servicio.

En este aspecto, su prioridad será la búsqueda del bien común, principio singular de la Doctrina Social de la Iglesia, al que Rossi seguramente buscará en diálogo con todos los actores de la vida social, pero sin escaparle al profetismo de la denuncia de las injusticias, las desigualdades y los atropellos que lastiman a los más humildes, a los postergados, a los “cascoteados”. Porque si algo enoja a este hombre que no suele desandar los caminos del disgusto, son las heridas propinadas a los más débiles. Con la misma pasión con que abraza a los enfermos, Rossi es capaz de cuestionar las injusticias y las faltas de humanidad. Lo hizo públicamente, no hace mucho tiempo, cuando hizo escuchar su voz a través de distintos medios de comunicación porque un hombre “de Iglesia” había rechazado a un niño con discapacidad en la preparación para un sacramento.

También ha sido muy duro con la clase política y con “la cultura que avala el descarte de vidas humanas inocentes a través de leyes inhumanas como el aborto que elimina a nuestros niños, o como la eutanasia que asesina a nuestros viejos”, ha dicho.

Esta clave de discernimiento, la de la denuncia profética, se escuchó el viernes durante la ceremonia en la explanada de la Catedral: “…Nunca hemos callado nada por vergüenza, ni hemos procedido con astucia o falsificando la Palabra de Dios”, se leyó en la segunda lectura de la misa, la Carta del Apóstol Pablo en la que habla del servicio de los obispos.

Los que habitualmente escuchan las homilías que, con la pandemia, Rossi comenzó a difundir por las redes sociales, saben que no se callará ante temas en los que, lo que deciden los poderosos (ya sea el Estado, el poder económico, el poder mediático, etcétera) pone en juego la vida y vulnerabilidad de las personas.

Como conoce de primera mano la realidad dolorosa de los descartados, porque conversa con ellos cada semana en las obras de Manos Abiertas, el nuevo arzobispo jesuita siempre habla sobre la pobreza, el desempleo, la falta de vivienda, el narcotráfico, el clientelismo, entre otras cuestiones en las que él ve “rostros, no estadísticas”.

Rossi tiene una mirada clara sobre el liderazgo, tanto para la Iglesia como para la política: liderar es, sobre todo, servir, dice. Lo expuso el pasado viernes, cuando lo escuchaban, desde la primera fila de sillas en frente de la Catedral, el gobernador Juan Schiaretti, el intendente Martín Llaryora, y varios legisladores nacionales y funcionarios.

Cuando se refirió a los obispos auxiliares, curas, diáconos, religiosos y religiosas que participaron de su asunción, los exhortó a “cuidar al Pueblo” y discernir cuál es el mayor servicio que se le puede hacer, un servicio que sea “fruto no del mandonearlo y mirarlo de arriba, sino de escucharlo, escuchar sus cantos y escuchar el silencioso relato de quienes sufren y sienten que ya no pueden más; y agacharnos ante ellos al modo de lo que en realidad somos, o debemos ser: no príncipes, ni patrones de estancia, sino humildes peones, simples servidores de un pueblo que en dignidad siempre será más que nosotros”.

Textuales sobre Rossi

Diego Fares SJ (sacerdote jesuita, escritor en La Civiltà Cattolica en Roma)

“Con la elección que el papa Francisco ha hecho del padre Ángel Rossi sj como Arzobispo de Córdoba, una gran alegría va llenando mansamente el corazón de nuestro pueblo, como decía el profeta Isaías que sucede con los pastores que hablan al corazón de la gente (Is 40). La alegría viene de que nuestro nuevo pastor es alguien que ya se ha ganado el corazón de la gente -con las obras de Misericordia de Manos Abiertas- y de los otros pastores -con los ejercicios espirituales que ha dado en todos los seminarios del país. Rossi es un cura sin doblez, sin vanidad y sin pretensiones fuera de las de hacer el bien y ayudar todo lo posible. Agradecemos al Señor que nos lo pone al frente y lo acompañamos como amigos en el Señor”.

María Cristina Martínez (Fundación Manos Abiertas)

“Hay una palabra que caracteriza al padre Ángel Rossi: ‘¡Ánimo!’ Dicha así, con signos de admiración. Es alguien que te anima a poner corazón y manos a los sueños. A no temer los desafíos. Como el sembrador que confía en la fuerza de vida de la semilla. Ánimo en los proyectos para concretarlos y ánimo en la pequeñez de los gestos cotidianos. Todos los que han tenido un enfermo cerca o han sufrido la pérdida de un ser querido han encontrado en el padre Ángel alguien presente. Siempre. Es cierto que en lo cotidiano, muchas veces, como se dice hoy, “te clava el visto” en mensaje de Whatsapp o demora en responderte un email; pero cuando de algún enfermo o dolor profundo se trata es difícil que no lo tengas al lado. Y, la experiencia es de ¡Ánimo! Él anima con su claridad en el discernimiento; sabe distinguir terrenos, sabe de procesos de crecimiento, sabe de cosechas y entrega de frutos. Él animo porque en el trabajo con él siempre hay lugar para muchos, para todos, siempre hay mucho por hacer. Calmadamente, incansablemente, activamente, siempre abriendo caminos, especialmente al lado de los que más sufren”.

Javier Soteras (sacerdote, director de Radio María Argentina)

“En sus primeras palabras al Pueblo de Dios, el padre Ángel dijo estar agradecido a sus padres por haberle enseñado la dignidad del trabajo. Y al referirse a dónde se ubicaba y nos ubicaba en ese servicio, nos invitó a ser peones que se bajan a donde están los que más heridos se encuentran, para acompañar y consolar al Pueblo que nos lleva la delantera en dignidad. Rossi se nos presenta como es: un trabajador humilde que busca tejer desde la Misericordia Paterna de Dios el tejido de la comunión y la dignidad de ser hermanos”.

Silvia Somaré (religiosa, escritora)

“Ángel Rossi es de esas personas a las que uno tiene que acudir cuando todos los caminos se cierran. Es un experto en humanidad. Tiene una mirada con perspectiva amplia, justa, pacífica. Dios se vale de Él. Es una persona que recibió muchos dones naturales y sobrenaturales, y se hizo cargo de ellos, se apropió y los regala, los da, no los cobra ni los echa en cara. Tiene una gran inteligencia intelectual y pastoral que no apabulla porque la cubre con misericordia. Es sencillo, simple, llano, con sentido del humor y picardía cordobesa como la que tuvieron (fray Mamerto) Esquiú, (el santo Cura) Brochero, y la beata Catalina de María. El ‘Rossi obispo’ será el mismo que el ‘cura Rossi’ de la Compañía de Jesús y de Manos Abiertas, ese que ‘patea’ las calles, llama por teléfono, alienta, escucha, corrige, y, en todo, ama y sirve”.

Aurelio García Elorrio (dirigente político, exlegislador provincial)

“Todo recambio es bueno y, por ello, tengo la esperanza de que la Iglesia en Córdoba se enriquecerá con el Padre Rossi que aportará todos sus talentos, que son muchos, para guiar al Pueblo que Dios que peregrina en Córdoba. Le espera un pueblo empobrecido, asolado por una pandemia, que ve enriquecerse a los narcotraficantes con la sangre de nuestros jóvenes y, además, con el aborto expandiéndose como lacra social impulsado por nuestros gobernantes provinciales para obtener más créditos internacionales. Y, como si lo anterior fuera poco, ahora deberá enfrentar un intento absurdo de parte de la política cordobesa para masificar el juego, meter un casino en cada casa. Nada fácil lo que le espera al padre Rossi para defender la dignidad humana, presupuesto básico de toda evangelización”.

 

Nota Diario Perfil 

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